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¿Por qué debemos quitarle al Estado los petrodólares?


 ¿Por qué debemos quitarle al Estado los petrodólares?

El Estado venezolano al ser dueño constitucional del subsuelo, ostenta el monopolio de los minerales en nombre supuestamente del bien común, pues las leyes y el discurso político de la mayoría aseguran que los apreciados sedimentos hallados en la nación, son de la república y por ende deben ser de provecho “público”. Y como bien se sabe, todo lo “público” es manejado a través de los burócratas delegados bien sea por el voto popular directo o indirecto. Bajo esta lógica, un ciudadano cualquiera que adquiriera cierta extensión de tierra, gracias bien sea al ahorro de su sueldo, al cobro de alguna herencia, o el acierto en algún juego de azar,  no podría disponer libremente la explotación de los minerales que allí consiguiese puesto que, su propiedad automáticamente pasaría a ser de la “nación”, un “bien público”. Una especie de alquimia que transforma la propiedad privada en propiedad estatal.

Obviamente todos los miembros de la sociedad no podrían jamás explotar al mismo tiempo la ahora cotizada parcela de tierra, para ello precisamente existen contados políticos que se encargan del asunto, concediendo una licencia o concesión por tiempo determinado a aquella empresa que consideran más apropiada para efectuar los trabajos requeridos para extraer el mineral. Ojo: el Estado también puede poseer una empresa petrolera, como lo es PDVSA.

Esa empresa debe a su vez rendir cuentas al Estado, pues lo que hace es llanamente alquilar el subsuelo, mientras el Estado cobra el monto determinado para llevar a cabo obras que según menciona, serán para el bien de todos.

Los alquileres e impuestos al barril vendido (que también se cobran), se deben cancelar en dólares, los cuales cierta cantidad van a formar parte de las reservas internacionales, mientras otros se usan para la impulsión de las llamadas “obras sociales”. Esto último, la impulsión de las obras supone el aumento del gasto público para llevar a cabo proyectos sin iniciar o inconclusos. Posteriormente al disminuir los ingresos petroleros, se acude inexorablemente al endeudamiento para cumplir con los compromisos adquiridos.

Este proceso se puede evidenciar fácilmente en la historia del país, que ha funcionado más como una empresa petrolera que administra a una nación. Cada vez que hubo un aumento así sea minúsculo en el precio del crudo, automáticamente hubo una dilatación del gasto, llegándose incluso al déficit, que luego se intentaba remediar con préstamos en entidades internacionales, o con la expansión crediticia, es decir, más bolívares disponibles, lo que conlleva a abaratar el dinero.

Al Estado dar rienda suelta a estos proyectos, malgasta dinero, pues si los mismos en una condición de libre mercado no consiguieron feliz término, se debe sencillamente a que la apetencia del público era insuficiente, es decir, había otros proyectos más demandados que iban directamente a saciar una necesidad. Esto se puede ejemplificar con el siguiente relato:

La construcción de toda una red eléctrica de miles de kilómetros para llevar fluido eléctrico a una recién inaugurada población de 2000 personas en el corazón de la selva amazónica. Un plan que cualquier empresa seria y racional no estaría dispuesta a emprender puesto que todo el gasto requerido no podría ser posteriormente recuperado, incurriendo por ende en peligrosos e innecesarios quebrantos. El empresario de la compañía eléctrica privada haría todo un estudio del caso y hallaría un sinfín de complicaciones geográficas y logísticas, y seguramente le recomendaría a la gente del poblado que opte por la búsqueda de alguna fuente alternativa de energía cercana, o que adquieran una planta eléctrica que funcione a base de gasolina o gasoil.

Pero como aquí en Venezuela la compañía eléctrica es propiedad del Estado. El mismo rápidamente se pone en acción, sabe que al llevar a cabo el proyecto se puede asegurar los sufragios de la población, y una buena propaganda para transmitir en los medios de comunicación. La empresa eléctrica estatal realiza el estudio al igual que cualquier otra empresa, pero hay una magnífica diferencia, la recuperación de la inversión carece de importancia, ella se limita a remitir el estudio al ejecutivo en Caracas para que este dé el beneplácito al desembolso de los recursos financieros. Los cuales existen gracias a que ha ingresado buena cantidad de dinero proveniente de la actividad petrolera, además el fortuito destino hizo que los precios del barril aumentaran al estallar algún conflicto bélico o diplomático entre países productores de petróleo.

El proyecto es aprobado e inician los trabajos que se especulan llegarán a feliz término en unos 5 años aproximadamente. Se ha contratado a varias empresas nacionales e internacionales para el suministro tanto de materiales como de tecnología y apoyo técnico, a su vez, se han buscado centenares de empleados a los cuales se les debe hacer contrato. El primer año marcha bien, algunos tropiezos por las duras condiciones de la zona, pero nada que no pueda ser superado. Pero en el 4to mes del segundo año algo ocurre, de pronto el ejecutivo en Caracas retrasa el envío de dinero, sin el mismo no se puede proseguir la obra a toda marcha. Por los periódicos y la televisión se ha sabido que el precio del barril de petróleo ha descendido hasta las cifras donde se hallaba un año atrás, la causa, el conflicto entre las naciones productoras de petróleo se ha superado, ahora ambas vuelven a producir aumentando la oferta en el mercado.

La nueva situación hace que el Estado se replantee los gastos, los burócratas deben decidir entre continuar enviando dinero para el proyecto que llevará fluido eléctrico al poblado de 2000 personas en el corazón de la selva amazónica, o destinará los recursos al recién iniciado proceso de una vía férrea entre la capital y el estado Miranda, una obra que puede ser apreciada por millones de personas a simple vista. Para el político de turno y su partido la resolución es sencilla, debe invertir el dinero en el ferrocarril, es el proyecto que le generará mayor popularidad, y eso se puede traducir a su vez en votos. En cambio el poblado puede esperar, en fin, son pocos y se hallan distantes, aparte el difícil acceso a la selva puede servir de excusa ante la demora.

Luego de arduas conversaciones se consigue que el dinero sigua siendo depositado pero en una cantidad menor y a plazos más distantes de los prometidos, por lo que los trabajos continúan pero a un ritmo muy lento. Con estas interrupciones se va el 2do, 3ro, y 4to año, en total ya van en el 5to de labores en los que se ha avanzado un 30% tan solo, por lo que la empresa eléctrica nacional incumplió su meta de culminación, lo que le acarrea problemas, pues se ve obligada a renovar los contratos teniendo que volver a calcular el presupuesto para remitirlo a Caracas, donde el nuevo presidente de la república se ve forzado a decidir cuánto abonar de aquél total, pues durante su campaña política prometió ser el mandatario de los proyectos turísticos y educativos, y sumado a esto todavía no se termina de construir la citada vía férrea.

Pero al final se da el visto bueno, y algunos ingresos son liberados para continuar la obra que ahora vale más que cuando se inició, pues la ampliación del crédito efectuada 4 años atrás cuando se suscitó la caída de los precios del petróleo, hizo que inevitablemente disminuyera el poder adquisitivo de la moneda nacional, ahora hará falta más para comprar menos. Por suerte, esa suerte que nunca le falta a las malas gestiones, al 8vo año de labores, el precio del barril vuelve a subir por las nubes. Los ojos brillan y la boca de los políticos se mueve sin parar, prometiendo construir esto y aquello. Se deposita una gran suma de dinero para que la red eléctrica consiga avanzar lo más que pueda, llegando hasta un 70%. Ese año, el 9no para el proyecto, da la sensación de que las cosas acabarán bien, por lo que ya se empieza a pensar en futuros planes, y se le informa a la población de 2000 personas (que ya entonces contaba con una planta eléctrica a base de gasoil entregada por la alcaldía del municipio) que preparen todo para el próximo año recibir con vítores a la gloriosa empresa eléctrica nacional.

Lamentablemente ese año próximo no fue lo que se esperaba, el verano estuvo fuerte y el ejecutivo nacional decidió utilizar el dinero para afrontar los problemas de sequía concediendo más dólares para la importación de alimentos, además de indemnizar a los productores cuyas cosechas no soportaron los embates del clima, y se les aseguraron nuevas facilidades de crédito a través del banco agrario nacional.

Con recortes en el presupuesto se pasó ese 10mo e incluso el 11mo año durante los cuales se volvieron a refrescar los contratos y el presupuesto, hasta que al siguiente la empresa eléctrica nacional lograra su cometido, terminar de asegurarse los fondos necesarios para consolidar el proyecto que ya alcanzaba prácticamente el 90%. Dos años transcurrieron cuando al fin los individuos del poblado vieron llegar la red eléctrica a escasos kilómetros de sus viviendas, pero el último y más placentero trayecto debió esperar, pues ese año había elecciones presidenciales y la campaña siempre es primero, se debían asfaltar las principales arterias viales del país, cincelar y reconstruir plazas y aceras, y dar algunas manos de pintura a los hospitales y escuelas.

Una vez efectuada la contienda electoral, y habiendo un claro ganador, se vuelve a hacer el trámite para el desembolso de los carentes recursos, en esta oportunidad al estar tan avanzado el proyecto, se conceden de inmediato. El nuevo presidente sabe que puede sumar la obra a su lista de objetivos consolidados. Y efectivamente, luego de 14 largos años, la empresa eléctrica nacional entra triunfante al distante poblado. Se encienden los bombillos de las casas y se deja constancia ante los medios de comunicación de tan loable hazaña, se han atravesado miles de kilómetros de espesa selva amazónica, todo por llevar el vital fluido de electrones a las 900 personas que allí habitan. Sí, 900, las 1100 restantes hace varios años que abandonaron el lugar por considerarlo poco rentable para sus emprendimientos, argumentando que la inflación que vive el país encarece demasiado la vida en tan inhóspito sitio. Aun así allí quedó la obra, en consideración de que un entramado de semejante magnitud no puede simplemente desmontarse como si fuese un juego de lego.

Concluido el proyecto se hace un balance, se determina que la obra tuvo un valor superior al previsto desde un inicio, casi 3 veces lo estipulado, además presentó un retraso de 9 años, y terminó llevando un óptimo y extenso tendido eléctrico a una población que parece determinada a migrar a causa según exponen, del encarecimiento de la vida, pues la inflación en la última década ha echado por el suelo sus emprendimientos. Lo que las personas desconocen es que la misma (la inflación), ha sido el producto de la expansión crediticia llevada a cabo por el Estado para financiar entre otras tantas cosas, la red eléctrica que ahora poseen, y por la cual hicieron enfáticas demandas objetando que, es deber del Estado venezolano garantizar los servicios públicos tal como se encuentra plasmado en la constitución.

Probablemente deban transcurrir unos cuantos siglos para que la empresa eléctrica nacional recupere su inversión, pues en Venezuela al igual que en muchos otros países, hay subsidios a los servicios públicos. Pero el tiempo para reponer el capital da lo mismo, de todos modos quién paga estos proyectos son los petrodólares, mientras los mismos sigan existiendo se podrán seguir realizando trabajos para nada rentables, pero muy populares.

Este relato fue producto de la imaginación, pero sirve como se dijo en un principio, para ejemplificar cómo el Estado utiliza los dólares que ingresan al país a causa de la explotación petrolera. Vale decir que, se deja además claro con el relato, el absurdo centralismo existente, debiéndose efectuar demorados trámites burocráticos para realizar hasta el más mínimo movimiento ya que la constitución nacional establece como figura cúspide del sistema, al presidente de la república. Él es el encargado directo o indirecto de la agencia que entrega las licencias o concesiones para la actividad petrolera, y el poder legislativo es quien determina las fluctuaciones en la cuota de alquiler y de los impuestos.

Permitir que el individuo sea quien decida sobre los minerales hallados sería una locura, en vista de que podría terminar llevando a cabo un negocio fallido, quedando el petróleo bajo tierra por tiempo indeterminado, o contrariamente, podría tener tal nivel de éxito que se volvería arrogantemente rico, zambulléndose por las tardes en una piscina repleta de billetes mientras sus miserables vecinos solamente lo pueden mirar a la distancia. Este es el discurso de muchos políticos, los cuales al ser revestidos con el poder del voto, instantáneamente padecen la metamorfosis que les concede superioridad intelectual y moral. Ellos mejor que nadie ahora saben qué hacer con esa bendecida extensión de terreno. Son los responsables y justos padres que van a partir el pastel de crudo para darle a cada miembro de la sociedad, aunque se halle en el lugar más recóndito, un pedazo del mismo. Ellos no lo van a desperdiciar ni a enriquecerse como lo harían egoísta y torpemente cada uno de los individuos que les han votado.

Aparte, el petróleo al ser destinado a múltiples usos a nivel mundial, es un bien estratégico de la nación que debe ser rigurosamente protegido con garras y dientes. Las ganancias provenientes de esta actividad minera sólo pueden ser administradas por los burócratas que saben mejor que el mercado, es decir, que toda la población del país, cuál es la necesidad más valorada de cualquier persona en un preciso instante, así nunca le haya conocido. Por esta razón desarrollan y presentan sus planes de gobierno, donde se aprecia la Venezuela tecnológica, la Venezuela turística, la Venezuela agrícola, la Venezuela automotriz, o cualquiera de esos delirios de grandeza planificada. Pero siempre, sin importar las evidencias, la Venezuela del Estado petrolero.

He querido aquí rápidamente demostrar lo inviable y problemático de los petrodólares a manos del Estado, dejando claro que es factor que robustece el centralismo, la autocracia, el intervencionismo, y por supuesto la corrupción. Y peor aún resulta el arrebatar su propiedad a una persona que la ha adquirido honestamente, es un acto repulsivo que debe conllevar a sanciones judiciales, así el Estado se comprometa y proceda a pagar por el lugar, de cualquier forma está haciendo uso de su poder coercitivo para desprender un bien. La persona debería decidir libremente qué quiere hacer con el petróleo yacente bajo sus pies, si dejarlo allí intacto, si explotarlo él mismo, o si alquilar o vender el terreno. Sea cual fuere la acción, la misma es correcta en el sentido de que sacia una necesidad, la del legítimo dueño.

Pero supongamos que por ejemplo el individuo tiene la posibilidad y se decanta, luego de un análisis de mercado, por él mismo explotar el mineral cumpliendo con todas las normas legales de registro de la nueva empresa y de cuidado con el medio ambiente. Ha nacido una institución que puede ser próspera o no. Para empezar actividades no solamente debe arriesgar capital propio, muy seguramente tendrá que endeudarse con el banco, e incluso, por qué no, con el primo y el compadre. Al necesitar materiales especiales para las operaciones de extracción, hace distintas asociaciones con otras empresas que le generan confianza y montos módicos, pero además necesita más que sus dos brazos para ensamblar los taladros, construir la nueva oficina y cercar el terreno, por ello hace pública la noticia de que anda contratando gente, a lo que muchos atienden de inmediato. Al cabo de un plazo considerable ya extrae y vende el oscuro y espeso hidrocarburo, pudiendo cumplir con algunas cuotas de sus préstamos. Ahora ha contratado más personal de diferentes profesiones, ingenieros petroquímicos, mecánicos, técnicos de maquinaria, albañiles para la construcción de un comedor e instalaciones deportivas en el lugar, un médico y un enfermero, varios vigilantes y podadores, y tiene así mismo un recién firmado contrato con empresas de alimentos, una de transporte y una aseguradora, y no obstante, paga una publicidad en una estación de radio.

Ahora la zona ha evidenciado un aumento de la población, muchos foráneos que directa o indirectamente trabajan para la empresa petrolera, se establecen formalmente adquiriendo casas, por lo que a estas se les puede aumentar de valor al ser tan codiciadas. Hay además una mezcolanza cultural que aviva eventos que se volverán famosos inclusive más allá de las inmediatas fronteras. Parece risible pensar que todo fue consecuencia de lo que varios podrían catalogar como el ansia egoísta y vil de un individuo por el lucro. Sucede que ha terminado ayudando a cientos, o a miles de personas sin premeditación alguna. Su especulación y tenacidad han surtido positivo efecto, y no hubo necesidad de quitarle a nadie nada, él solo fue quien por las noches perdió el sueño pensando en los acreedores, en el pozo que se secó a la 3ra semana, en que arriesgó todo el dinero que retiró del seguro de vida. A este punto su empresa ha ahorrado el suficiente capital como para asegurar buenos incentivos a los empleados, y seguir manteniendo las vías asfaltadas que abrió para transportar los barriles de crudo, cuyos costados ahora se encuentran ornamentados con múltiples urbanizaciones, y por donde pueden transitar residentes o turistas.

Este relato aunque también proviene de la encendida imaginación, es más un calco de muchas historias vividas por ejemplo, en Estados Unidos, donde el respeto a la propiedad de la persona en esta área produjo el alumbramiento de importantes compañías durante la segunda mitad del siglo XIX.

Pero retornando al relato ficticio de la empresa petrolera privada en suelo venezolano, se puede evaluar que por ninguna parte se menciona que el acto haya producido irresponsable expansión crediticia y con ella inflación, pero por qué. Sencillamente porque al ser la inflación una enfermedad netamente monetaria, conduce a echar la vista sobre la entidad que tiene el monopolio de la emisión, o sea, el Banco Central, que cumple con las directrices del Estado, así que sólo los miembros del Estado pueden generar la atemorizante inflación.

Por doquier se advierte entonces que no hay nada superior que el respeto a la libre acción del individuo. El Estado en lugar de dictar sus grandilocuentes planes quinquenales financiados por los petrodólares, debe es abocarse - sin que ello signifique concederle el monopolio de las armas y los tribunales- a que en la nación reine un ambiente de seguridad y orden que conllevan a la paz, haciendo para ello cumplir las leyes consensuadas que apelan por el respeto al derecho ajeno.


Por. Diego M. Mendoza H.

@Diego_MenHer

Comentarios

  1. Concluimos entonces, que el primer violador de las leyes es el propio estado, quien a su vez, es el generador de estás, pero a además para haber una verdadera libertad económica y democracia, la propiedad privada sería la única dueña de todo. Creo que un término medio, con algunas limitaciones sería fundamental para evitar los excesos.

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    1. Lo que ocurre es lo que dijo Hayek, al Estado tener poder absoluto, hasta lo más arbitrario lo puede convertir en ley. Lamentablemente desde que se fundó la república lo que hicimos fue calcar las leyes del absolutismo monárquico español. Creo que estas alturas es momento analizar eso. Por otra parte, para que exista libertad consolidada, lo importante es procurar un Estado limitado con instituciones independientes y eficientes que obren por el cumplimiento de la normas de concordia elaboradas por los ciudadanos.

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  2. Amigo Diego, leí tu artículo. Definitivamenete Venezuela necesita una reorganización en cuanto al ordenamiento jurídico que determina en manos de quién están las riquezas del subsuelo Es bien sabido que cuando algo es de "todos" termina siendo de nadie. Hay que hacer más ricos a los ciudadanos quienes pueden prestar un servicio mucho más optimo a las comunidades y que el Estado se limite a estar al servicio de los ciudadanos. La política tiene que dejar de ser un neogocio.

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