Los padres o representantes que envían a los niños desde
temprana edad a trabajar, lo hacen a raíz de la carencia de capital acumulado
que existe en la sociedad donde se desarrollan. Esto no es algo nuevo, si se echa una mirada al pasado, desde más o menos el
siglo XX para atrás, se puede ver que el trabajo infantil era un factor común
en todos los países, incluso en los que hoy se consideran desarrollados.
El trabajo infantil, a diferencia de como varias
intelectuales sostienen, no acabó gracias a las llamadas “conquistas sociales”,
sino que su progresiva desaparición fue producto del ahorro, y esto tuvo cabida
en aquellos lugares donde las autoridades estatales decidieron o fueron
forzadas a respetar la propiedad privada y la libertad individual.
Más detalladamente, donde se le respetó a cada persona el
fruto de su trabajo, eliminando y disminuyendo los sofocantes impuestos, y se
les concedió, además, el espacio para que con ese mismo ahorro emprendieran sus
particulares proyectos.
En otras palabras, fue la adopción de los valores del libre
mercado lo que acabó con el trabajo infantil. Una familia a la que se le
elimina o dificulta la acción de ahorrar a causa del robo directo o del indirecto
–ejemplo de este último caso, es el impuesto predilecto de los gobernantes, la
inflación-, no tendrá más opción para subsistir dentro de aquel ambiente
hostil, que el que cada miembro, cuyas
capacidades cognitivas se lo permitan, salga a laborar para cubrir sus
necesidades más urgentes.
El ahorro de dinero, la acumulación de capital, y el
emprendimiento, allí, donde se respeta la propiedad privada y la libertad de
elegir, ha hecho posible que el ocio y la formación académica en la niñez y
juventud se prolongue, pues con lo ganado en el trabajo de los padres, o muchas
veces con lo ganado únicamente con el trabajo de uno de ellos, basta para
cubrir los gastos, quedando incluso una parte para ahorrar e invertir.
Si bien el ver trabajar a niños en la calle ha resultado
molesto para muchas personas, la solución a esta situación no es su
prohibición, pues el resultado a una medida así sería sencillamente el desplazamiento
de estos niños a un lugar, o a un horario donde los agentes del Estado tengan
menos presencia, y por ende no puedan interrumpir su quehacer.
La solución real y sostenible para acabar con el trabajo
infantil es exigir que los políticos del Estado respeten los frutos del trabajo
de cada individuo, procurando la eliminación y reducción de impuestos, y de las
regulaciones que impiden o dificultan el realizar contratos, establecer
empresas y competir. Ahorrar es un proceso lento y que requiere disciplina, es posponer
la satisfacción de los deseos presentes por los futuros, pero es la única
manera de aumentar el patrimonio familiar y liberar de la necesidad de trabajar
a los miembros más jóvenes.
Un pequeño ejemplo, producto de la imaginación, puede ayudar
a comprender mejor este tema. Veamos:
Suponga que usted es ducho en el arte de reparar zapatos. Con aguja, hilo serado y pega consigue en promedio
reparar 4 pares de zapatos en 10 horas (jornada diaria), cobrando por cada par
de zapatos 10 pesos. En cinco días usted podría tener 200 pesos en su bolsillo,
que al cabo de un mes serían 800 pesos.
Ahora bien, suponga que su clientela es constante, es
decir, tiene trabajo todos los días, incluso algunas veces llega al punto en el
que decide no aceptar más pares de zapatos porque su reparación toma más tiempo
del que el cliente está dispuesto a esperar; suponga además, que usted vive bajo el mando de un Estado cuyo monopolio de la
emisión monetaria lo ha empezado a manejar de una forma relativamente prudente,
sin incurrir en inflación, y que esas mismas autoridades estatales han decidido
reducir la carga impositiva y eliminar las trabas a las exportaciones.
Manteniéndose estas circunstancias concretas, usted con los
800 pesos ganados en el mes por su labor como zapatero, consigue satisfacer
múltiples necesidades que considera más urgentes, como adquirir alimento,
vestimenta, electricidad, agua potable, gas, transporte, internet, periódicos,
y los materiales para continuar con su trabajo, además por supuesto, de
cancelar los obligatorios impuestos locales, quedándole al final de cada mes
cierta cantidad de dinero para ser utilizado en las otras necesidades que
siguen en su siempre cambiante escala de valores, como bien podría ser ir al
cine, ir a algún concierto, o apostar en algún deporte.
Pero, a partir de cierto mes
usted ha tomado una decisión, no va a satisfacer estas últimas necesidades
mencionadas, contrario a ello, guardará los 40 pesos que quedan en su bolsillo
cada mes, es decir, va a ahorrar. ¿Para qué? Lo hará con la finalidad de
comprar dos máquinas para coser zapatos que ha visto en la tienda de la
esquina, unas que traen directamente desde otro país. Usted ha evaluado la
situación y considera que vale la pena hacer un esfuerzo y durante, digamos,
ocho meses, no ir al cine, no ir a ningún concierto, no apostar en el fútbol, e
incluso usar menos el autobús, y más la bicicleta. Todo ello con el propósito
de conseguir reunir los 320 pesos necesarios para comprar ambas máquinas de
coser, que, según le contó el vendedor de la tienda, con una de ellas puede
arreglar un par de zapatos en tan solo 20 minutos. ¡Una maravilla! Eso
significa que usted en tan solo 1 hora de trabajo puede reparar 3 pares de
zapato, lo que antes le tomaba prácticamente 10 horas.
Como aprecia más lo que espera obtener en el futuro, que lo
que está dejando de hacer en el presente, el ahorro es posible. Su incentivo es
el ansia de lucro y el ocio que disfrutará a futuro. ¿Por qué? Porque con esas
dos máquinas de coser usted podrá arreglar en un día de trabajo (de 10 horas),
más o menos unos 60 pares de zapatos, lo que le representa un ingreso diario de
600 pesos. Pero eso no es todo, ya no tendrá que hacer el mismo trabajo de
antes, haciendo fuerza para que la aguja perfore cuero y suela del zapato, no,
eso ahora lo hace la máquina, usted simplemente con su pie hunde y suelta el pedal
que activa su motor, a la par que guía el zapato bajo el picoteo de la aguja.
Claro está, usted no podría
manejar ambas máquinas al mismo tiempo, ¿Qué hace entonces? Pues una vez concretada
la compra de las máquinas, y transcurrido un tiempo, percatándose que su
clientela ha aumentado a razón de ahora reparar los zapatos más rápido,
quedando tiempo para darle una lavada y lustrada,
toma entonces la decisión de contratar a alguien, y recuerda que una vecina
suya también funge de zapatero, por lo que le plantea que trabaje con usted 8
horas diarias durante cinco días de la semana a cambio de un pago de 280 pesos;
que vienen siendo 80 pesos por encima de lo que gana ella trabajando con su
propias manos, y que es la cantidad que pagan por el mismo trabajo otros
negocios de reparación donde se utilizan estas máquinas. Su vecina decide
aceptar la oferta porque le parece una buena suma de dinero, y porque tiene la
comodidad de vivir justo al lado del puesto de trabajo.
Como se puede evidenciar, su ahorro ha hecho posible que
sus ingresos sean aún mayores al haber aumentado con la máquina (un bien de
capital) su productividad, a su vez le ha liberado de dos horas de trabajo
diario, le ha hecho más relajada la faena, le ha permitido que ofrezca un mejor
servicio ya que ahora también lava y lustra los zapatos reparados, ha generado
un empleo, y dicho empleo, valga resaltarlo, ha representado para esa otra
persona un aumento en sus ingresos mensuales, y al igual que usted, como ya se
dijo, el tener un trabajo menos exigente.
Pero no obstante a todo ello, resulta que su vecina, madre
de tres hijos, de los cuales dos (uno de 8 años y
otro de 11), ante los bajos ingresos que percibía su madre, habían tenido que
salir a trabajar para ayudar con los gastos en el hogar. Situación esta que lentamente cambió desde que ella fue contratada por usted. Sus
nuevos ingresos, bien administrados, le dan para ella saldar los gastos del
hogar, ahora solamente queda trabajando el hijo de 11 años, quien lo hace con
el propósito de que sus ganancias queden libres para el ahorro y así su madre
pueda emprender su propio negocio, especulando que vale la pena el esfuerzo
presente porque a futuro habrá un beneficio que le permitirá a él dejar de
trabajar para asistir a la escuela, como lo empezó a hacer su hermano.
Como escribe en este mismo sentido Ludwig von Mises en su
obra La Acción Humana:
Somos
los afortunados herederos de antepasados cuya actividad ahorrativa produjo esos
bienes de capital que ahora explotamos. Seres privilegiados en la era de la
electricidad, seguimos, sin embargo, derivando ventajas del originario ahorro
acumulado por primitivos pescadores que, al fabricar las primeras redes y
embarcaciones, estaban dedicando parte de su tiempo a trabajar para el
aprovisionamiento de un futuro más remoto. Si los sucesores de aquellos
legendarios pescadores hubieran dilapidado esos productos intermedios —redes y
embarcaciones— sin reponerlos con otros nuevos, habrían consumido capital,
obligando a recomenzar el proceso ahorrativo de acumulación. Somos más ricos
que nuestros antepasados porque disponemos de los bienes de capital que ellos
produjeron para nosotros.
Por ende, la máquina de coser zapatos que usted adquirió es
el producto del ahorro realizado por otras personas, en este caso puntual, que
viven en otro país. Y a su vez, la máquina es en sí misma un bien de capital
que usted ha adquirido y que le permite mejorar su productividad marginal, es
decir, su aporte al proceso de producción, el cual ahora es mucho mayor que
antes al poder reparar más unidades de zapato en menos tiempo. Contrario a lo
que varias personas argumentan, sobre todo políticos con el fin de crear una
idea errada, el capitalismo no se basa en el consumismo, sino en el ahorro, de
no haber existido ahorro, de no haberse pospuesto la satisfacción de
necesidades presentes por las futuras, como hemos visto en el ejemplo, no sería
posible que existieran tantos bienes accesibles hoy en día.
En cuanto al negocio se trata, usted ahora obtiene un beneficio mayor con el que, nuevamente recurriendo al ahorro, podrá tener el dinero suficiente para 1) comprar más máquinas; 2) comprar una máquina más sofisticada que le permita hacer distintos trabajos; o 3) comprar materiales para iniciar su propia línea de calzado. Su decisión dependerá de lo que, a base de observar el mercado, aprecie que es una necesidad insatisfecha del público.
Por: Diego Mendoza
Twitter: @Diego_MenHer
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