Hoy vamos a hablar un poco acerca del empresario, su función, su importancia o aporte a la sociedad, y otras cosas que tienen que ver con estos.
Jesús Huerta de Soto, conocido economista español, da en
su libro Socialismo, Cálculo Económico y
Función Empresarial, una explicación bastante interesante sobre el origen
de la palabra empresa, y de la cual
podemos partir para desarrollar el concepto de empresario. Él escribe:
"En efecto, tanto la expresión castellana
empresa como la expresión francesa e inglesa entrepreneur proceden
etimológicamente del verbo latino in prehendo-endi-ensum, que significa
descubrir, ver, percibir, darse cuenta de, atrapar; y la expresión latina in
prehensa claramente conlleva la idea de acción, significando tomar, agarrar,
asir."
Por ende podríamos decir que empresario es toda persona
que emprende una acción a partir de vislumbrar una oportunidad. Asumido de
dicha manera, todos hemos sido en consecuencia empresarios a lo largo de
nuestras vidas, pues todos al percibir de manera perspicaz una oportunidad para
alcanzar un objetivo que valoramos con ahínco por los beneficios que creemos
vamos devenir del mismo, nos hemos movido o accionado en su consolidación.
Entonces ¿por qué tanta tirria en contra de los empresarios, intentando algunos
incluso convertir el adjetivo en un término peyorativo?
Bueno, eso se debe a fantásticas campañas culturales que
han emprendido durante largos años muchos políticos y escritores en pro de
crear demonios en el imaginario popular, intentando persuadir a los individuos
para entrar en conflictos. Quien es listo y prudente en su proceder, se toma
el tiempo requerido para investigar y comprender los conceptos, es decir, para
aclarar las ideas, en lugar de permitir que la retórica de otros le conduzca al
falso conocimiento.
Partiendo del concepto ya desarrollado de empresario podemos hablar de la función empresarial. El empresario crea una idea en su
mente a partir de cierta información que ha recopilado a través de hacer vigilias
en un área X del mercado que llama su atención, y a partir de especular
considerando que el desarrollo de su idea ganará el aprecio del consumidor
puesto que satisfará mejor sus necesidades sobre cualquier otra idea semejante
que está a su alcance, se avoca a conseguir los factores de producción que
amerita, debiendo para ello ofrecer el suficiente dinero para que no sean
adquiridos para otro propósito. Su éxito final dependerá del público, quien le
dirá a través de sus compras o abstenciones si hizo bien su trabajo.
En síntesis, la función empresarial consiste en saber
adelantarse al cubrimiento de los deseos de los consumidores, deseos que muchas
veces ni ellos mismos han planteado con exactitud.
Pero como ya dijimos, el empresario puede o no tener
éxito. ¿Cómo sabe cuándo se logra un beneficio y cuándo se incurre en una
pérdida? Ludwig von Mises lo explica de la siguiente manera en su obra La Acción Humana:
"[El empresario] entre
los costes de producción sabe que debe incluir el potencial precio de mercado
de su trabajo personal, los intereses efectivamente pagados en razón a créditos
obtenidos y, así mismo, los eventuales intereses que, de acuerdo con las condiciones
del mercado, podía haber devengado si hubiera prestado a terceras personas el
capital propio invertido en el negocio. Sólo si los ingresos superan la cuantía
de todos estos costes puede el empresario considerar que ha obtenido auténtico
beneficio."
Por consiguiente, en caso contrario a lo dicho habrá incurrido en pérdidas, pues pudo haber dedicado todos los medios de los que echó mano para la obtención de otros fines más valorados por el consumidor. Por lo que su tarea no es sencilla pero, sea cual fuere el resultado de su acción, habrá generado algo positivo para el mercado. ¿Qué cosa? Nueva información, pues si acierta y obtiene beneficio esto inmediatamente les indicará a los demás empresarios que deben utilizar parte de los escasos medios de producción para cubrir esa necesidad específica, formándose así nuevas líneas de conexión entre los distintos vendedores y compradores de bienes de producción y de consumo. Y si contrariamente cosecha pérdidas, le estará diciendo a sus colegas que ese procedimiento no debe ser imitado y que las apetencias del consumidor se hallan en otras direcciones.
En síntesis, el resultado sea cual fuere de la función
empresarial es esencial para el mercado.
Una vez que ya hemos llegado a este punto, quisiera hacer
algunas observaciones respecto a ciertas opiniones que he conocido sobre los
empresarios, opiniones de empalagosa idolatría, por ejemplo, una vez oí a un economista decir que las plazas públicas deberían tener estatuas de empresarios,
puestos que estos son quienes han dado aportes reales para mejorar la calidad
de vida. Yo personalmente difiero puesto que soy de los que creen que si
alguien quiere erigir una estatua para honrar a otra persona, lo debe pagar de
su propio bolsillo –o buscar personas que deseen colaborarle-, darle al Estado
tal derecho como lo tiene hoy en día, significa que el político de turno tiene
luz verde para homenajear a quien él considere lo merece, pero pagando todos
los gastos de las loas con nuestro dinero. De manera que si hoy se le autorizó
para que mandara a hacer una estatua de broce de Walt Disney, mañana no nos
podremos quejar si la estatua que decide posicionar en la plaza es la de
Ernesto “Che” Guevara.
Y otro punto del cual difiero, es de la recurrente idea
que varios reconocidos escritores han expresado de que la caída en desgracia de
países como Venezuela, o la actual crisis que atraviesa Chile, se debe a que
“la élite empresarial” que es según estos la que ostenta “la reserva moral e
intelectual” de la nación, se han decidido por no actuar en pro de la libertad.
Como ya vimos previamente, el empresario es llanamente aquél que consigue
visualizar una oportunidad utilizando de manera provechosa los medios para
alcanzar un fin que irá a atender una necesidad del consumidor, a dicho fin el
empresario le ha concedido un valor superior a todos los costes en los que se
verá obligado a incidir. Nada indica que el empresario deba ser una persona con
buenos modales, sólidos valores, y claros conocimientos. Hay empresarios que ni
siquiera parecen entender en un principio el sistema económico que les ha
permitido pasar de no tener nada, a consolidar beneficios empresariales. Además
se puede suscitar el caso como lo señala Thomas J. DiLorenzo en su libro Crimen Organizado. El Estado: la verdad sin
maquillaje, de que:
"Las grandes empresas
a menudo apoyan y promueven onerosas regulaciones gubernamentales en materia
medioambiental y de "seguridad" porque saben que su cumplimiento será
tan costoso que probablemente arruinará a sus competidores más pequeños al
tiempo que, y lo que es más importante, desanimará a otros que se planteen
entrar en su mercado."
De allí que un empresario pueda convertirse por decisión propia en un psudoempresario o empresario de lobby, que son quienes trabajan bajo el ala protectora del Estado, perjudicando directamente al consumidor, pues en los mercados intervenidos las empresas no deben preocuparse por estar en constante movimiento para mejorar la calidad de sus procesos y de sus productos, las pérdidas en las que puedan llegar a incurrir son inmediatamente cubiertas con paquetes de ayudas especiales pagadas con dinero que luego le es robado a los ciudadanos en forma de cuotas impositivas. Por supuesto que en este punto también juega un papel importante la autonomía y eficiencia de las instituciones que componen al Estado, las cuales deberían ser un sistema de pesos y contrapesos que entre otras cosas eviten la intervención del mercado, así que en definitiva el dinamismo de este juego arbitrario sólo puede darse en confabulación con las autoridades políticas.
Y claro que hay empresarios que no se prestan para
financiar campañas políticas bajo la promesa de que luego serán compensados con
prebendas estatales, estos suelen ser los que comprenden el inmenso beneficio
que representa el libre mercado para ellos, su descendencia y el prójimo, pero
generalizar diciendo que los empresarios son la élite encargada de salvaguardar
los destinos del país, me parece un absurdo.
Para concluir, empresario es quien con sagacidad
determina tras un largo cavilar, un fin destinado a cubrir de manera óptima
futuras necesidades de los consumidores, debiendo para ello buscar y conectar
los medios más idóneos, esperando siempre alcanzar un beneficio, es decir, que
el resultado de su acción le genere una valor superior al que habría extraído de
dedicar todos los factores en un proyecto distinto. Como nota final, es
importante entender que un capitalista –un inversor- es también un empresario,
pues ha emprendido la misma acción especulativa esperando un resultado
favorable.
Excelente!
ResponderEliminarEn mi dilatada esclavitud laboral, un empresario es aquel que engrosa la zona baja-intermedia de la burguesía. Al igual que los esclavos, estos son necesarios en el sistema capitalista.
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