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La tiranía del pánico

 

En mayo de 1980 desde la 33ª Asamblea Mundial de la Salud celebrada en Ginebra se emitía un comunicado declarando que el mundo entero estaba libre de la viruela. El proceso de vacunación había iniciado en 1796 cuando el científico británico Edward Jenner consiguió desarrollar el eficaz medicamento. Es decir, transcurrieron casi 200 años hasta poder dar a la enfermedad como erradicada.

Traigo esta breve reseña a colación por la singular razón de que la viruela ha sido hasta el momento la única enfermedad humana que se ha podido eliminar, y como apreciamos, el proceso fue realmente arduo a pesar de que la enfermedad tenía dos características que la hacían relativamente fácil de combatir, que son: su facilidad de ser detectada a raíz de que los pacientes presentaban  notables erupciones en la piel, y que sólo se podía transmitir y contraer entre humanos.

Parto de esta exposición para preguntarnos ¿Cuánto nos llevará erradicar la COVID 19? Y además ¿Qué acción tomamos mientras esto ocurre?

Desde la aparición en escena de este virus en el segundo semestre de 2019, la inmensa mayoría de las autoridades estatales en todo el mundo han implementado la misma medida, dictar la cuarentena a toda la población del país. Así fue como en el 2020 casi cualquier persona en cualquier lugar del planeta tenía que enfrentar medidas de restricción que le impedían completa o parcialmente salir de su casa. Esta medida en un principio gozó de relativa popularidad puesto que las personas como es común, sintieron incertidumbre de cara a una enfermedad desconocida que demostraba ser de fácil propagación, por lo que permanecer en los hogares por cierto tiempo parecía ser una buena idea. Muy probablemente la mayor parte de la personas en todo el mundo jamás pensaron que una cuarentena podía tornarse tan extensa, tanto así que en la actualidad, marzo de 2021, todavía existen en gran cantidad de países restricciones a la libre circulación, y cada cierto tiempo las autoridades ordenan toques de queda cuya fecha de culminación no ofrecen con claridad.

Parece pues que el pánico ante lo desconocido, en este caso un virus, dio aliento al monstruo del totalitarismo. Y el miedo al ser un instinto es fácil de propagar, de allí que los medios de comunicación le atendiese tanto, ellos cumplieron con enseñar lo que el público pedía, la cifra de difuntos y no la de recuperados, siendo esta última mayor.

En la actualidad ofrecer un debate serio acerca de las ventajas de la cuarentena es un tanto complicado, no porque no existan estudios al respecto, sino porque las autoridades estatales se niegan a esto, habiendo asumido de manera religiosa que el encerrar a millones de personas es lo mejor. Y aunque la vacuna ya fue descubierta y han iniciado las labores de aplicación en múltiples países, surgen serias dudas cada vez que los científicos se encuentran con una nueva cepa del virus, es por ello que países como Israel donde se ha vacunado con las dosis correspondientes a más de 4 millones de personas, liderando así la campaña de vacunación mundial, se siguen manteniendo fuertes medidas de restricción sobre distintas actividades cotidianas, lo mismo se evidencia en determinadas localidades de Estados Unidos o Chile, naciones que también han efectuado un rápido proceso de vacunación.

Toda esta situación hace inevitable pensar qué efectos tendrá la cuarentena o las restricciones impuestas. El problema de encerrar a millones de personas en sus casas o impedirles desarrollar ciertas actividades tiene sus consecuencias, una de ellas es la paralización de las actividades laborales, lo que significa que la economía comienza un proceso de desaceleración, y posteriormente de decrecimiento como ya lo están experimentando varios países. Las personas que no pueden generar riqueza a partir de su quehacer diario, no tienen más remedio que consumir sus ahorros, y esto conlleva a una situación de precariedad a futuro puesto que, no se conoce con certidumbre cuándo se pueda regresar a la normalidad para así generar ingresos que permitan reponer lo gastado.

Es por ello que múltiples empresas como aerolíneas, restaurantes, hoteles, bares, cines, transporte terrestre y marítimo, entre otras, han incurrido en quiebra. Pues las autoridades del Estado les han prohibido laborar de manera absoluta o parcial. Y aquellas que han conseguido reinventarse para mantener funcionando el negocio, como el sector deportivo, han visto una sustancial caída de sus beneficios. Estas son en parte las actividades que forman la desgraciada lista de los "sectores no prioritarios", creada por las autoridades estatales a partir de sus singulares escalas de valoración que por fenómeno desconocido se supone que es la escala de valoración de cada individuo de la sociedad. Muy probablemente lo asumen de esta manera por aquella idea de que el funcionario electo es el pueblo.

Todo esto hace que cada vez haya más personas con menos dinero para gastar, lo que se traduce en que tendrán que dejar más necesidades insatisfechas, por ello es que vemos con frecuencia noticias de personas que declaran no disponer ya de dinero para cancelar el préstamo contraído previo a este panorama, el alquiler, o a sus empleados en el pequeño negocio familiar.

Algunas de las respuestas que ha dado la mayoría de las autoridades estatales son las de esperarse, aumentado las inyecciones de dinero a distintos sectores laborales,  lo que se suele conocer como rescates, así mismo, han exigido a los bancos dar mayor plazo para la ejecución de las hipotecas, igual en el caso de los desalojos de vivienda por incumplimiento de pago, también han recurrido a subsidiar ciertos servicios, mientras algunos entregan directamente dinero a desempleados. Todo ese dinero que los Estados están dejando correr, va directamente a aumentar el gasto público, y la intervención del Estado en el mercado, lo que genera distorsiones de sumo peligro, pues el dinero cedido en forma de préstamo es otorgado a aquellas empresas que los burócratas consideran importantes según su subjetividad, tomando así el poder que debería ostentar el consumidor. 

(Nota: Véase el caso de Plus Ultra. Por qué el escándalo de Plus Ultra puede afectar a los fondos prometidos a España: https://www.vozpopuli.com/economia_y_finanzas/plus-ultra-fondos-europeos.html ).

Incurrir en gasto público cuando hay una actividad de mercado paralizada e incluso en algunos sitios en contracción, significa que el Estado más temprano de lo imaginado caerá en déficits, es decir, estará gastando más de lo que posteriormente ingrese. Pero la inmensa mayoría de los Estados llevan haciendo esto mucho tiempo, por lo que ahora inciden en otra acción, la de pedir prestado, y aquí surge un dilema ¿A quién se le pide prestado cuando todos parecen estar en la misma situación? Aquí es cuando muchos acuden a la expansión crediticia a través de la baja artificial de las tasas de interés, o sea, por decreto.

Esto ya está ocurriendo, se ha abaratado el dinero, y empieza progresivamente la ficción, la época de bonanza donde se trabaja con dinero prestado, pues los intereses a pagar ahora son bajos o inexistentes. Hay despreocupación y desmesura que conlleva inexorablemente a malas inversiones. 

(Nota: Véase el caso GameStop. Finanzas del mundo de payasos: https://mises.org/es/power-market/finanzas-del-mundo-de-payasos). 

Muchos Estados dan el ejemplo emprendiendo empresas para según dicen, generar empleo, aquellos que ellos mismos destruyeron cuando decidieron no permitir que las personas salieran a trabajar.

Lo que se avecina: Cada vez se evidencia que hay más dinero circulando en las calles, lo que se traducirá en inflación, o su sinónimo, pérdida del poder adquisitivo. Los bancos darán prestados como es de suponer, a aquellos clientes que han demostrado ser puntuales al momento de pagar, en este grupo ingresa sobretodo grandes empresarios, estos usarán ese dinero para subsanar sus negocios actuales, pero además emprenderán nuevos, los que ellos deseen, pues la magia de la expansión crediticia es precisamente conseguir que los empresarios se liberen de servir a los caprichos de los consumidores.

¿A qué hora y dónde termina explotando el globo? Eso es algo que nadie sabe, la única exactitud que se tiene es que ocurre, siempre ocurre. La fiesta acaba y llega la sobriedad, cuando todos se percatan que han construido el progreso sobre arena movediza. El final llega porque el dinero termina perdiendo sus principales cualidades, la de ser escaso, la de ser estable su escasez, lo que permite usarlo como medio de ahorro y de cálculo, y la de ser aceptado por otros como medio de intercambio. Algunos dirigentes de los Estados reaccionarán ante la queja de las personas que ven sus ahorros diluirse y quedarse sin trabajo, y los empresarios se habrán percatado que haber construido ese rascacielos o esa fábrica de autos no fue una decisión astuta sino la consecuencia de perseguir sus sueños de la juventud, pues nadie los demanda una vez finalizado el proyecto, y ahora no encuentran manera para reponer el capital gastado.

Muchos Estados acudirán a liberar las tasas de interés para que regresen a los valores definidos por el mercado, mientras buscan la manera de aumentar los impuestos y crear nuevos para pagar deudas. La precaria situación que se puede vivir será caldo de cultivo para que los habilidosos en retórica inicien sus campañas, unos dirán que el desempleo y los bajos salarios son impuestos por una macabra élite empresarial, mientras otros pudiesen apostar por tocar la fibra nacionalista en aquellas regiones donde hay grandes flujos migratorios, argumentando que los foráneos se están quedando con lo pocos empleos que se crean, y por último, unos muchos dirán que los recortes iniciados –si es que esto ocurre- en los planes sociales estatales buscan arruinar a las personas dejándolas desprotegidas cual indolente padre a su hijo. En fin, serán oradores que sembrarán cizaña para enfrentar a unos contra otros en búsqueda de que la mayoría de los individuos de la sociedad apuesten por ellos para volver al idilio de la bonanza que nunca se debió abandonar.

Y es de esta manera como se ha creado una serie de problemas porque sencillamente se acudió a la opción equivocada para resolver un asunto. Las personas nunca debieron aplaudir la cuarentena, contrario a ello, debieron exigir que las autoridades estatales no intervinieran –allí donde al menos tenían esa posibilidad-, sino que fueran los mismos individuos que día a día se topan en las calles quienes resolvieran paulatinamente cómo afrontar el virus con distintas prácticas de bioseguridad. Al igual que ya lo hacen en la actualidad, los negocios pedirán a sus clientes para ingresar al local el uso de mascarillas y pondrían pequeños lavamanos con dispensarios de gel antibacterial en la entrada. Las empresas harían test continuamente a sus empleados, e incluirían, si lo considerasen prudente, añadir parcialmente en sus contratos la petición de evitar asistir a sitios donde haya aglomeraciones para así disminuir el riesgo de contagio.

Las mismas personas se ocuparían de excluir a los que consideran irresponsables de su círculo social, es decir, por ejemplo, a aquellos que asisten con frecuencia a aglomeraciones, que no utilizan la mascarilla, o que tienen una pésima higiene. Si esto no es un factor común ahora mismo, es por la llana razón de que la inmensa mayoría de individuos le dan más valor a relacionarse con otros, a la que dan a la precaución.

La elección que debemos tomar no está entre la vida y la economía como las autoridades estatales han dicho, sino entre la libertad y la opresión. Si elegimos la primera tendremos la oportunidad de cuidarnos a nosotros mismos como mejor lo consideremos, y si optamos por la segunda como lamentáblemente se ha hecho, tendremos que seguir obedeciendo los planes de quienes gobiernan por más arbitrarios y nocivos que estos resulten.

Recordemos que darle poder absoluto a un puñado de personas es algo sumamente fácil, lo complejo es luego quitarles ese poder, y que siempre, los que se avivan por ocupar esos cargos donde se ha depositado semejante potestad, son aquellos que sucumben al instinto prístino del autoritarismo, en otras palabras, los que disfrutan dirigiendo la vida del prójimo.

Por: Diego Mendoza

Twitter: @Diego_MenHer


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